sábado, 5 de octubre de 2013

LA TRANSDISCIPLINARIEDAD Manifiesto por Basarab Nicolescu




MAÑANA SERÁ DEMASIADO TARDE


Dos verdaderas revoluciones han  atravesado este  siglo: la revolución  cuántica  y la revolución informática.

La  revolución  cuántica  podría  cambiar   de  manera radical  y definitiva  nuestra visión  del mundo. Sin embargo, nada ha ocurrido desde  principios del siglo XX: las masacres de los huma- nos  por  los humanos aumentan sin cesar  y la visión tradicional  sigue siendo  el amo  de este mundo. ¿De dónde  proviene  esta ceguera?  ¿De dónde  proviene  ese eterno  deseo  de hacer  algo nuevo  con lo viejo? La novedad irreductible de la visión cuántica  sigue siendo  dominio  de una pequeña élite de científicos de punta.  La dificultad de transmisión de un nuevo lenguaje hermético -el lenguaje matemático- es, desde  luego, un obstáculo  considerable; pero no es infranqueable. ¿De dónde  proviene  ese pretendido desprecio, sin ningún  argumento formal, por la naturaleza discreta  e impotente en cuanto  al sentido  de la vida?

La revolución informática, que se muestra ante nuestros ojos maravillados e inquietos,  podría llevarnos a una gran liberación del tiempo  consagrado a nuestra vida y no, como lo cree la mayoría de los seres  de esta tierra,  a nuestra supervivencia. Podría llevarnos  a compartir conocimientos entre  todos  los humanos como  preludio  de una  riqueza  planetaria compartida. Pero  aquí, tampoco ocurre  nada.  Los comerciantes se apresuran por colonizar  el ciberespacio y profetas desconocidos nos hablan  sólo de peligros inminentes. ¿Por qué somos  tan ingeniosos, en cualquier situación,  para  develar  todos  los peligros posibles  e imaginables, pero tan pobres  cuando se trata  de proponer, de construir, de edificar, de hacer  surgir lo nuevo y lo positivo, no para un futuro lejano, sino para el presente, aquí y ahora?

El crecimiento contemporáneo de los saberes no tiene  precedente en la historia  humana. Hemos explorado escalas inimaginables en otra época: de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande,  de lo infinitamente breve a lo infinitamente largo. La suma de los conocimientos en el Universo  y los sistemas naturales, acumulados durante el siglo XX excede,  de lejos, todo  lo que  se ha podido  conocer  en todos  los demás siglos reunidos. ¿Cómo es posible  que cuanto  más conocemos de qué estamos hechos,  menos comprendemos quiénes somos? ¿Cómo 
es posible que la proliferación  acelerada de las disciplinas  vuelva cada vez más  ilusoria la unidad del conocimiento? ¿Cómo es posible que cuanto  más conocemos el universo  exterior,  más insignificante -incluso absurdo-  se vuelve el sentido  de nuestra vida y de nuestra muerte?  ¿Será que la atrofia del ser interior  es el precio que tenemos que pagar  por el conocimiento  científico? La felicidad individual  y social que el cientificismo  nos prometía se aleja indefinidamente como  un espejismo.

Tal vez se nos dice que la humanidad siempre ha estado  en crisis y que siempre ha encontrado  la manera de salir adelante. Esta afirmación era cierta en otro tiempo, y hoy sólo equivale a una mentira, porque,  por primera vez en su historia,  la humanidad tiene  la posibilidad  de autodestruirse, por completo, y sin ninguna  posibilidad  de regreso.

Dicha autodestrucción potencial  de nuestra especie  tiene  una  triple  dimensión: material, biológica y espiritual.

En la era de la razón  triunfante, lo irracional  actúa más que nunca.